Aunque la tierra no sea entrañable,
es inolvidable para siempre,
y el agua del mar
tiernamente helada y dulce.
La arena del fondo es más blanca que la cal,
el aire embriaga como el vino,
y el cuerpo rosado de los pinos
se desnuda a la hora del crepúsculo.
Y el mismo crepúsculo en las ondas del espacio
es tal, que no distingo si es
el final del día o el final del mundo,
o acaso el misterio de los misterios en mí nuevamente.
1964
Anna Ajmátova (1889 - 1966).
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