El 26 de agosto de 1992 alrededor de dos millones de libros se quemaron en la Vijecnica o Biblioteca Nacional de Sarajevo. En Europa mirábamos hacia otro lado y aquel humo tampoco consiguió que volviéramos la cabeza.
El poeta bosnio Goran Simic escribió en 1993 el texto Lamento por Vijecnica, recogido en el libro de Fernando Báez:
La Biblioteca Nacional se quemó los últimos tres días de agosto y la ciudad se ahogó en negra nieve.
Liberados los montones, los caracteres vagaron por las calles, mezclándose con los transeúntes y las almas de los soldados muertos.
Vi a Werther sentado en la acera arruinada del cementerio; vi a Quasimodo columpiándose con una sola mano en un minarete.
Raskolnikov y Meursault cuchichearon juntos por días en mi sótano; Gavroche alardeó en un camuflaje fatigado; Yossarian vendía ya reserva al enemigo; por unos pocos dinares el joven Sawyer se zambullía lejos del puente del Príncipe.
Cada día más fantasmas y menos personas vivas; y la terrible sospecha se confirmó cuando los esqueletos cayeron sobre mí.
Yo me encerré en casa. Hojeé las guías de turista. Y no salí hasta que la radio me dijera cómo ellos pudieron tomar diez toneladas de carbón del sótano más profundo de la quemada Biblioteca Nacional.
2 comentarios:
Sobrecogedor. Aunque como casi siempre la historia que subyace a la quema de libros es todavía más espeluznante.
Ya sabes lo que se dice de la delgada línea que separa la quema de libros de la de personas.
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