Entre los espacios creados a los que pude regresar, escojo sin duda el brillo que rodea el Museo de Arte Romano de Mérida, obra de Rafael Moneo. La sencillez de sus formas y la claridad de sus volúmenes se convierte por sí mismo en un lugar de visita, aunque todas sus vitrinas estuviesen vacías. Imprescindible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario