La felicidad es humana, no divina, y la persecución de la felicidad es lo que podríamos llamar amor. Ese amor, amor terrenal, es una tregua entre metamorfosis, un acuerdo transitorio de no cambiar de forma mientras nos besamos o nos cogemos de las manos. El amor es una toalla de playa extendida sobre arenas movedizas. El amor es una democracia íntima, un pacto que insiste en ser renovado, y puedes perder la votación de la noche a la mañana, por grande que sea tu mayoría. Es frágil, precario, y todo lo que podemos conseguir sin vender el alma a una parte o la otra. Es lo que podemos tener sin dejar de ser libres. A eso es a lo que se refería Vina Apsara cuando hablaba de un amor sin confianza. Todos los tratados pueden romperse, todas las promesas terminan siendo mentiras. No firméis nada, no hagáis promesas. Haced una reconciliación provisional, una paz frágil. Si tenéis suerte durará cinco días; o cincuenta años.
(Salman Rushdie: El suelo bajo sus pies)
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