Hacia el final de una tarde lluviosa Eduardo Galeano contó un sueño. Uno de su mujer, puesto que, según sus palabras, sus sueños propios son bastante anodinos y cuando su mujer se va a dormir es como si fuese al cine.
En el sueño de la mujer de Galeano hay una cola de aeropuerto, una de esas lentas colas que se hacen en aras de la seguridad aérea. En aquella cola cada persona llevaba consigo la almohada sobre la que había apoyado la cabeza la noche anterior. Los guardas de seguridad, antes de franquear el paso a los viajeros, introducían cada almohada en un detector, por si contenían sueños peligrosos.
1 comentario:
Menudo sueño no??? Menos mal que lo que vive nuestro subconsciente no es real que si no..... Aunque ¿cómo distinguir vigilia de sueño?? jajaja, por esto no cojo filosofía en selectividad.
Un beso.
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