martes, mayo 15, 2007

Besos.


Uno nunca sabe a dónde irán los besos. No aquellos "que guardamos, que no damos" de Victor Manuel, sino incluso los que pensamos que habíamos depositado en un lugar seguro.

Cuentan que el presidente iraní Ahmadineyad, nada sospechoso de aperturista en el régimen de los ayatolás, se encontró envuelto recientemente en una polémica por haber dado un beso en la mano a su maestra.

Sucedió un dos de mayo, en el día del maestro en Irán, la maestra estaba cubierta con un pañuelo como mandan los cánones de la república islámica, y su mano estaba enfundada en un guante, pero el beso de Ahmadineyad despertó las iras de los sectores más inmovilsitas, que lo tacharon de indecente.

Sería un lapsus del bueno de Ahmadineyad, que recordó como todos cuando vemos a nuestra primera maestra, aquellos tiempos en los que era niño y aprendía a pintar casas de colores con humo verde o amarillo, aquellos tiempos en los que dejaba volar la imaginación mientras aquella mujer le leía alguna historia, aquellos tiempos en los que lo verdaderamente indecente sería no haber besado la mano que le comenzó a mostrar el mundo.

Cómo pasa el tiempo, señor Ahmadineyad. Menos mal que quedan pequeños actos inconscientes y espontáneos que nos devuelven al paraíso perdido de la infancia, antes de que nos empeñásemos en teñir la vida de gris.

Me gustaría poder darle un beso en la mano a mi primera maestra para decirle sin palabras "gracias, Mati."

¿Será también indecente en Irán dar las gracias?

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