viernes, febrero 10, 2006

Hasta pronto, Anna Ajmátova.

Leído el libro sólo queda que fragmentos leídos, que sencillamente cortan la respiración y hacen que el mundo gire más despacio un instante, sigan flotando en el aire para caer de vez en cuando.

Aunque la tierra no sea entrañable,
es inolvidable para siempre,
y el agua del mar
tiernamente helada y dulce.

La arena del fondo es más blanca que la cal,
el aire embriaga como el vino,
y el cuerpo rosado de los pinos
se desnuda a la hora del crepúsculo.

Y el mismo crepúsculo en las ondas del espacio
es tal, que no distingo si es
el final del día o el final del mundo,
o acaso el misterio de los misterios en mí nuevamente.
1964

Anna Ajmátova (1889 - 1966).

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