viernes, julio 07, 2017

Cantar

De la obra El suelo bajo sus pies, de Salman Rushdie:

¿Por qué nos importan los cantantes? ¿En dónde radica la fuerza de sus canciones? Quizá deriva de la pura extrañeza de estar cantando en el mundo La nota, la escala, el acorde; melodías, armonías, arreglos, sinfonías. Ópera china, jazz, blues: que esas cosas existan, que hayamos descubierto los intervalos y distancias mágicos que producen el pobre racimo de notas, todo al alcance de la mano humana, a partir del cual podemos construir nuestras catedrales de sonido, es un misterio tan alquimista como el de las matemáticas, o el vino, o el amor. Tal vez los pájaros nos han enseñado. Tal vez no. Tal vez seamos sólo criaturas en busca de una exaltación. No tenemos muchas. Nuestras vidas no son lo que se merecen; son, convengámoslo, deficientes en muchos sentidos penosos. Las canciones las convierten en algo distinto. La canción nos muestra un mundo digno de nuestros anhelos, nos muestra a nosotros mismos como podríamos ser si fuéramos dignos de esa palabra.
Cinco misterios guardan las llaves de lo oculto: el acto del amor, y el nacimiento de un niño, y la contemplación del gran arte, y estar en presencia de la muerte o el desastre, y escuchar la voz humana elevándose en una canción. Esas son las ocasiones en que se abren de golpe los pernos del universo y se nos ofrece un vislumbre de lo que está escondido; un "ef" de lo inefable. En esos momentos la gloria estalla sobre nosotros: la oscura gloria de los terremotos, la resbaladiza maravilla de la vida nueva, el resplandor del canto de Vina Apsara

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