miércoles, marzo 08, 2006

N-634


Durante unos quince minutos del viaje pendular cotidiano tuve a un camión delante. Nada nuevo, nada inusual. Pero el camión era de los que vacían los contenedores azules del reciclado de papel.
Durante todo el trayecto, de la parte superior del remolque, fueron cayendo papeles. Trozos grandes, pequeños o incluso pliegues enteros. Periódicos, hojas de ofertas de supermercados, notificaciones bancarias, ejercicios de matemáticas, cartas de amor, facturas de teléfono, cupones no premiados, listas de la compra, trocitos de agendas, papel de regalo... Todo un universo de letra impresa, que haría reir y llorar al mismo Gutenberg.
Los papeles giraban sobre sí mismos antes de rodar por la carretera en dirección a los márgenes de las cunetas, hacia la otra orilla.

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