sábado, junio 14, 2008

Roberto Bolaño.

Imagino como algo común para todos la existencia de una lista no escrita de nombres propios. Una lista dividida en epígrafes más o menos extensos: amistades, amores, conflictos, pérdidas... Y también escritores.
Por encima de sus obras concretas hay escritores que nos marcan, que nos rozan de una manera especial como si secretamente hubiesen decidido no sólo escribir para nosotros, sino escribirnos a nosotros.
Recordar esos nombres es recordarnos. Pienso en Albert Camus y en cómo era yo hace más de diez años. Pienso en Salman Rushdie y recuerdo leer como primera obra suya completa El último suspiro del moro (posteriormente terminé unos Versos Satánicos que me parecieron dramáticamente su peor novela y que a mis quince años me habían cerrado sus puertas a la altura aproximada de la página 15).
Hoy pienso en Roberto Bolaño. No sólo por sus sobrecogedoramente maravillosas obras escritas, sino por las que quedaron sin escribir debido a una muerte temprana. Dentro de un mes exactamente se cumplirán cinco años sin Bolaño. Por eso dejemos constancia de su última entrevista concedida, publicada en México la misma semana de su muerte.
Es extensa pero vale la pena. Lúcida y agresiva sobrevuela todo tipo de temas como un pájaro en peligro de extinción.
Anotemos algunas respuestas:

¿Qué es la patria para usted?

–Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos, Lautaro y Alexandra. Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria.

¿Ha vertido alguna lágrima por las numerosas críticas que ha recibido por parte de sus enemigos?

–Muchísimas, cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?

¿Cómo enamoró a su esposa?

–Cocinándole arroz. En esa época yo era muy pobre y mi dieta era básicamente de arroz, así que lo aprendí a cocinar de muchas formas.

¿Lautaro será escritor?

–Yo sólo espero que sea feliz. Así que mejor que sea otra cosa. Piloto de avión, por ejemplo, o cirujano plástico, o editor.

¿Qué siente cuando hay críticos como Darío Osses que considera que usted es el escritor latinoamericano con más futuro?

–Debe ser una broma. Yo soy el escritor latinoamericano con menos futuro. Eso sí, soy de los que tienen más pasado, que al cabo es lo único que cuenta.

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