jueves, junio 15, 2006

Calígula.

Ahora que el fin de curso muestra su inminencia, propongo, a fin de que sea valorado de cara a su realización en algún festival de fin de curso de colegios e institutos, el siguiente diálogo de la obra Calígula (Albert Camus, 1945). Propongo sea introducida entre los esperados playbacks de Shakira y de Opá, a modo de entremés teatral.

- Buenos días, Cayo.
- Buenos días, Helicón.
- Pareces cansado.
- He caminado mucho.
- Sí, tu ausencia se ha prolongado mucho.
- Era difícil de encontrar.
- ¿El qué?
- Lo que yo quería.
- ¿Y qué es lo que querías?
- La luna.
- ¿Qué?
- Sí, quería la luna.
- ¡Ah!... ¿Para qué?
- Bueno... es una de las cosas que no tengo.
- Claro. ¿Y ya está todo resuelto?
- No, no he podido conseguirla.
-¡Qué lástima!
- Sí, por eso estoy cansado... ¡Helicón!
- Sí, Cayo.
- Piensas que estoy loco.
- De sobras sabes que nunca pienso. Soy demasiado inteligente para ello.
- Sí. ¡En fin! Pero no estoy loco y aún más: nunca he sido tan razonable. Simplemente, sentí en mí, de pronto, la necesidad de lo imposible. Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.
- Es una opinión bastante difundida.
- Es cierto pero antes no lo sabía. Ahora lo sé. El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna o la felicidad, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo.

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