domingo, octubre 22, 2006

Comida china.

Varios años antes de que el comercio chino al por mayor se destapase como un torrente imparable en pueblos y ciudades, con esos inmensos locales de estructuras y estanterías improvisadas pobladas de todo tipo de utensilios, la primera actividad en la que destacaron fue la hostelería. La primera vez que fuí a un restaurante chino fue en Ferrol, como ahora, no existían en los pueblos, pero la mejor comida china de mi vida, la última si mal no recuerdo, fue servida a domicilio tras un sábado de noche larga, lluvia y cuestas arriba antes de llegar a la casa del amigo con el que pasábamos el fin de semana, como paréntesis en un tiempo de comienzos para la mayor parte de nosotros que tenían como nota común los primeros trabajos.

Pedimos comida china tras una mañana de domingo inexistente a causa de la noche anterior. No recuerdo el contenido de aquellas cajas de cartón con el nombre en los dos alfabetos, pero sigue fijado en mi memoria como las empezamos a abrir, a compartir y a comer.

Pasan los años y de vez en cuando, al reencontrarme con los amigos; especialmente con los de aquel fin de semana, recuerdo aquella comida china compartida en el salón, somnolientos y no muy habladores, pero sintiéndonos, rodeados de aquellas cajas blancas de las que no puedo recordar el contenido, unidos y felices, agradecidos por poder compartir también, junto al arroz tres delicias o lo que fuera, un domingo de resaca.