lunes, octubre 09, 2006

Verano.


Desde estos inicios de otoño no es infrecuente volver la vista hacia el verano y sus momentos luminosos. Siempre es el mismo verano repartido a lo largo de los años. Cómo no echar de menos cuando el reloj daba las doce y en la 2 podía aparecer un capítulo de Dr. en Alaska, sin relación alguna con el anterior ni con el siguiente y sorteando la perenne amenaza de los programas taurinos o de otras series. Este año tampoco estuvo. Pero siempre nos quedarán las nuevas tecnologías para lamentar, entre otras cosas, no tener un locutor de radio que comience así las mañanas:

Era un día cualquiera del verano de 1976. Yo era un chaval de 15 años y mi mejor amigo Dickie Head y yo acabábamos de robar un coche del aparcamiento de una tienda y como no teníamos nada que hacer entramos en una casa de la calle de la colina del zorro. Mientras Dickie registraba arriba en busca de objetos de valor, yo entré en el salón y cuando me metí una pluma chapada en oro y una pitillera de plata en el bolsillo encontré el libro que cambió completa e irrevocablemente mi vida.
Así que esta mañana Chris de la mañana va a emitir los informes del tráfico y del tiempo, las noticias locales y va a disfrutar de las obras completas de Walt Whitman.
"Mientras las últimas lilas se marchitaban en las tinieblas del jardín y la gran estrella, la tierra, se hundía por la noche en el oeste del cielo yo echaba de menos la primavera y deseaba que ya lo fuera de nuevo, que volviera la primavera con las lilas perennes en flor y la estrella que se hunde por el oeste, pensando en ti amor mío."

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