domingo, octubre 15, 2006

Orhan Pamuk.

El Premio Nobel de Literatura de este año ha sido para el turco Orhan Pamuk, que compagina grandes éxitos como escritor con encendidas polémicas sobre sus escritos en Turquía, motivadas por su condena del genocidio armenio perpetrado por su país a comienzos del siglo XX. De hecho en 2005 se inició un proceso legal contra él por haber calificado de asesinato la matanza de armenios y kurdos. Ese proceso, actualmente cerrado y archivado a causa de la presión internacional, se sustentaba en una ley del mes de abril de dicho año que condenaba el insulto a Turquía con penas de seis meses a tres años de cárcel. Lo dramático de ese tipo de leyes es cuando el insulto es la verdad, porque, consecuentemente, amparan la mentira. Y las peores mentiras son las que afectan al pasado. Hace poco escuchaba que lo contrario a la memoria no es el olvido, sino la memoria manipulada, inventada o falseada. A un país clave para las relaciones Oriente - Occidente, como es Turquía, con su próxima incorporación en la Unión Europea (una auténtica necesidad, pese a quien le pese), le vendría bien no perder la memoria. Exactamente como a cualquier país del mundo.

Pero hablábamos de Orhan Pamuk. Como por cuestiones de espacio no voy a reproducir su magistral e insuperable segundo capítulo de la novela El libro negro, anoto un fragmento de diálogo de Nieve:

- ¿Eras feliz de niño?.
- Cuando uno es feliz nunca sabe que lo es. Años después decidí que había sido feliz de niño; en realidad no lo era. Pero tampoco era tan desgraciado como en los años que siguieron. Cuando era niño no me interesaba la felicidad.

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